Extraido del diario del vampiro Io.
"La venganza dicen que se sirve en plato frío. Eso es lo que quería pensar cuando de alguna forma tomé esta brutal decisión. Mi ser asesino no saciaba su hambre destructora con cualquier menudencia y uno de mis ex-compañeros sufrio en sus propias carnes su ración de vendetta. Pero no adelantemos acontecimientos y vayamos por partes.
A lo largo de mi corta vida humana pasé por infinidad de trabajos, todos ellos relaccionados con tediosas tareas, siempre mal remuneradas y en las que tu persona no significaba nada más que unos cuantos números y datos en los archivos administrativos de las correspondientes empresas. Los sueldos además eran precarios y las labores desempeñadas no eran ni tan siquiera consideradas importantes.
De todos estos trabajos recuerdo especialmente una temporada que viví entre fotogramas de poliester y muchas, muchas palomitas, en un multicine decadente y mugriento. Durante las primeros semanas el trabajo no parecía malo, quizá por aquello de la novedad, cortaba entradas, acomodaba al público y retiraba basuras que la gente abandonaba sin ninguna piedad en las salas y o en los servicios, barría miles de palomitas, quitaba botes de refrescos, a veces llenos de líquido elemento burbujeante, incluso pañales usados o viejos calzoncillos coloreados; aún ahora sigo buscando respuesta de como puede alguien olvidar algo así.
A pesar de lo entretenido del trabajo, no todo fue alegría, y aunque conseguí ascender a la cabina de proyección y mis labores eran más técnicas que desinfectantes, las cosas no mejoraron mucho, es más entonces parecía que tenía dos puestos de trabajo, uno, en el que montaba las películas en las máquinas para después proyectarlas y dos y seguido, bajar corriendo al pasillo para ayudar a mis pobres compañeros de pasillo que como no daban a vasto, había que echarles una mano, ya sabeis, las miles de palomitas no se eliminan sólas y sobre todo si mis jefes se podían ahorrar contratar un trabajador, mejor que otro de sus currantes hiciera dos tareas. Las cosas si eran malas podían ser peores, además de no ser remunerados en consecuencia con nuestra nocturnidad, nunca salíamos antes de la una de la madrugada, trabajar en fin de semana se pagaba igual que un vulgar lunes. Los horarios encima eran pésimos, en ocasiones trabajabamos 8, 9 o incluso más días seguidos y para colmo uno de mis compañeros, Eduardo se llamaba, además de disfrutar de muchos más fines de semana de fiesta al mes que el resto, tenía la desfachatez de reirse en tu careto si salías tarde. A mi me llegó a decir un día que yo cerraba y él ya se iba a su casa.. "¿cierras? pues te jodes", por otro lado no me importaba cerrar, muchos días le incaba el diente a algún cliente y así me iba cenado a casa. es lo que tiene ser vampiro.
Así, poco a poco este que os escribe fue calentandose sin remedio. Una de las cosas que hicieron que mi calentura fuese desmedida, la provocó Nuria mi jefa, una verdulera analfabeta de esas que hizo la EGB entera y que su único objetivo en la vida era tener su culo a salvo cayera quien cayera. Un día que me enfade por los horarios tan injustos que soportabamos, llegó a sobornarme cuando le pedí más equidad para todos, ella me ofrecía un ascenso, eso si mientras los demás compañeros siguieran igual de puteados y yo callara mi boca. Como es ilógico dije que no, así me corrio el pelo desde entonces.
Pero vayamos al meollo del tema, a cómo este no-muerto cometía uno de los crimines más sanguinarios y repulsivos de la epoca. Un crimen que trascendió fronteras y por supuesto estuvo en boca de la camarilla (colectivo de vampiros mundiales) durante largo tiempo. Algunos vampiros gritaron voces de alarma contra mi; aunque nosotros eliminamos sistemáticamente seres humanos tenemos por costumbre ser pulcros y discretos, a pesar de todo nadie pudo demostrar que el crimen fuera mío, nunca.
Lo cierto es que mi ira fue creciendo como claras a punto de nieve y poco a poco fue embriagando mi espiritu. Como os he contado el cine contaba con unas instalaciones antiguas y deleznables. El material en muchos casos estaba estropeado o parcheado de manera chapucera, podría escribir otro tanto sólo contando como se hacía el mantenimiento del cine, que por cierto lo llevaba a cabo mi querido compañero Eduardo, con ayuda del resto de la plantilla, embolsandose un sobre sueldo, pero eso es harina de otro costal. El caso es que la pantalla de la sala 1 estaba agujerada y había sido remendada como si de un pantalón viejo se tratara, con un trozo de plástico blanco pegado encima, cosa que se hacía muy visible en momentos de la proyección en los que la película tenía fundidos a blanco o la imagen era clara. Así que decidí que la mejor manera de llamar la atención sobre mis jefazos, los cuales sólo venían al cine cuando tenían que despedir a alguien o para dejarse ver en ciclos de renombre que se hacían de vez en cuando, era señalando las cosas que se hacían mal, como es el caso del remiendo de la pantalla. De manera que utilicé a mi víctima, Eduardo quién sino, que además de ser el más repulsivo de todos, era para mi jefa como un hermano, así mataba dos pajaros de un tiro, colocándolo en forma de puntero señalando el desperfecto, para no desaprovechar la ocasión, me bebí parte de su sangre, no toda, pues quería llamar la atención con ella, al ser tan roja es ideal para estos menesteres. Después arranqué la piel de la cara de mi moribundo compañero entre sus últimos gritos y balbuceos, utilizándola como parche sobre el desperfecto de la pantalla. Como colofón a mi sanguinario acto extraje los intestinos de mi víctima, y a pesar de ello todavía seguía vivo, ya lo dice el refrán, mala hierva nunca muere, y los utilicé como tipografía para componer un mensaje que decía así: "yo y el cine somos la misma cosa". Y es que esté personaje estaba totalmente alienado por su trabajo y anteponía los intereses del cine ante cualquier cosa, así su humanidad no era mayor que la que me queda a mi ahora, sobre todo después de haber cometido un asesinato tan depravado y brutal como este."
"La venganza dicen que se sirve en plato frío. Eso es lo que quería pensar cuando de alguna forma tomé esta brutal decisión. Mi ser asesino no saciaba su hambre destructora con cualquier menudencia y uno de mis ex-compañeros sufrio en sus propias carnes su ración de vendetta. Pero no adelantemos acontecimientos y vayamos por partes.
A lo largo de mi corta vida humana pasé por infinidad de trabajos, todos ellos relaccionados con tediosas tareas, siempre mal remuneradas y en las que tu persona no significaba nada más que unos cuantos números y datos en los archivos administrativos de las correspondientes empresas. Los sueldos además eran precarios y las labores desempeñadas no eran ni tan siquiera consideradas importantes.
De todos estos trabajos recuerdo especialmente una temporada que viví entre fotogramas de poliester y muchas, muchas palomitas, en un multicine decadente y mugriento. Durante las primeros semanas el trabajo no parecía malo, quizá por aquello de la novedad, cortaba entradas, acomodaba al público y retiraba basuras que la gente abandonaba sin ninguna piedad en las salas y o en los servicios, barría miles de palomitas, quitaba botes de refrescos, a veces llenos de líquido elemento burbujeante, incluso pañales usados o viejos calzoncillos coloreados; aún ahora sigo buscando respuesta de como puede alguien olvidar algo así.
A pesar de lo entretenido del trabajo, no todo fue alegría, y aunque conseguí ascender a la cabina de proyección y mis labores eran más técnicas que desinfectantes, las cosas no mejoraron mucho, es más entonces parecía que tenía dos puestos de trabajo, uno, en el que montaba las películas en las máquinas para después proyectarlas y dos y seguido, bajar corriendo al pasillo para ayudar a mis pobres compañeros de pasillo que como no daban a vasto, había que echarles una mano, ya sabeis, las miles de palomitas no se eliminan sólas y sobre todo si mis jefes se podían ahorrar contratar un trabajador, mejor que otro de sus currantes hiciera dos tareas. Las cosas si eran malas podían ser peores, además de no ser remunerados en consecuencia con nuestra nocturnidad, nunca salíamos antes de la una de la madrugada, trabajar en fin de semana se pagaba igual que un vulgar lunes. Los horarios encima eran pésimos, en ocasiones trabajabamos 8, 9 o incluso más días seguidos y para colmo uno de mis compañeros, Eduardo se llamaba, además de disfrutar de muchos más fines de semana de fiesta al mes que el resto, tenía la desfachatez de reirse en tu careto si salías tarde. A mi me llegó a decir un día que yo cerraba y él ya se iba a su casa.. "¿cierras? pues te jodes", por otro lado no me importaba cerrar, muchos días le incaba el diente a algún cliente y así me iba cenado a casa. es lo que tiene ser vampiro.
Así, poco a poco este que os escribe fue calentandose sin remedio. Una de las cosas que hicieron que mi calentura fuese desmedida, la provocó Nuria mi jefa, una verdulera analfabeta de esas que hizo la EGB entera y que su único objetivo en la vida era tener su culo a salvo cayera quien cayera. Un día que me enfade por los horarios tan injustos que soportabamos, llegó a sobornarme cuando le pedí más equidad para todos, ella me ofrecía un ascenso, eso si mientras los demás compañeros siguieran igual de puteados y yo callara mi boca. Como es ilógico dije que no, así me corrio el pelo desde entonces.
Pero vayamos al meollo del tema, a cómo este no-muerto cometía uno de los crimines más sanguinarios y repulsivos de la epoca. Un crimen que trascendió fronteras y por supuesto estuvo en boca de la camarilla (colectivo de vampiros mundiales) durante largo tiempo. Algunos vampiros gritaron voces de alarma contra mi; aunque nosotros eliminamos sistemáticamente seres humanos tenemos por costumbre ser pulcros y discretos, a pesar de todo nadie pudo demostrar que el crimen fuera mío, nunca.
Lo cierto es que mi ira fue creciendo como claras a punto de nieve y poco a poco fue embriagando mi espiritu. Como os he contado el cine contaba con unas instalaciones antiguas y deleznables. El material en muchos casos estaba estropeado o parcheado de manera chapucera, podría escribir otro tanto sólo contando como se hacía el mantenimiento del cine, que por cierto lo llevaba a cabo mi querido compañero Eduardo, con ayuda del resto de la plantilla, embolsandose un sobre sueldo, pero eso es harina de otro costal. El caso es que la pantalla de la sala 1 estaba agujerada y había sido remendada como si de un pantalón viejo se tratara, con un trozo de plástico blanco pegado encima, cosa que se hacía muy visible en momentos de la proyección en los que la película tenía fundidos a blanco o la imagen era clara. Así que decidí que la mejor manera de llamar la atención sobre mis jefazos, los cuales sólo venían al cine cuando tenían que despedir a alguien o para dejarse ver en ciclos de renombre que se hacían de vez en cuando, era señalando las cosas que se hacían mal, como es el caso del remiendo de la pantalla. De manera que utilicé a mi víctima, Eduardo quién sino, que además de ser el más repulsivo de todos, era para mi jefa como un hermano, así mataba dos pajaros de un tiro, colocándolo en forma de puntero señalando el desperfecto, para no desaprovechar la ocasión, me bebí parte de su sangre, no toda, pues quería llamar la atención con ella, al ser tan roja es ideal para estos menesteres. Después arranqué la piel de la cara de mi moribundo compañero entre sus últimos gritos y balbuceos, utilizándola como parche sobre el desperfecto de la pantalla. Como colofón a mi sanguinario acto extraje los intestinos de mi víctima, y a pesar de ello todavía seguía vivo, ya lo dice el refrán, mala hierva nunca muere, y los utilicé como tipografía para componer un mensaje que decía así: "yo y el cine somos la misma cosa". Y es que esté personaje estaba totalmente alienado por su trabajo y anteponía los intereses del cine ante cualquier cosa, así su humanidad no era mayor que la que me queda a mi ahora, sobre todo después de haber cometido un asesinato tan depravado y brutal como este."
1 comentario:
mola el texto
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