Estudiar, ¡qué labor más bonita! Directamente proporcional en su belleza a la edad que uno tiene, es decir, cuanto mayor eres más te gusta hacerlo, cuando no eres nadie (como persona, por aquello que dicen que te haces mayor cuando cumples cierta edad, jajaja) no sabes siquiera por qué te ordenan hacerlo, por qué tienes que perder tu preciado tiempo de juegos y recreo en sentarte ante un libro o ante el discurso de un erudito y dedicar tu atención a algo por lo que no perderías ni un segundo.
Ahora he vuelto a estudiar, mejor dicho, me he matriculado en una escuela que no es lo mismo, estudiar llevo haciendolo toda mi vida practicamente, dependiendo de epocas y momentos ese estudio iba variando, de la Mountain bike a la Escalada, de el Antecesor al Homo sapiens del Dungeons & dragons al World of warcraft, de The Doors a Blind guardian, de La Mafia a la Biltz krieg, del Oleo más figurativo al Photoshop más abstracto, del hongo Psilocibe más natural al cartón bañado en LSD más sintético o de la Naranja mecánica a Funny games, pero siempre estudiando, curioseando en la vida que es infinita en este sentido porque siempre hay algo nuevo donde meter la napia y olisquear por el mero placer de hacerlo.
Pero estudiar como ya he dicho no es algo que tenga nada que ver con matricularse en una escuela, es lastimoso pensar así, pero la mayoría (por no decir todas) de las ocasiones que he estado matriculado no he aprendido más por el simple hecho de estar cursando una asignatura concreta. Cuando estudiaba diseño gráfico en Barcelona el estudio del diseño siempre iba acampañado de una enriquecedora conversación en un viaje de bus o en una tasca cualquiera con algún amigo de clase (David Pinedo Andres es el mejor ejemplo) antes que en la misma escuela en la que apenas encontrabamos un escenario propicio para ello, ya que el máximo objetivo de la Llojta, o mejor dicho, de los que allí estabamos matriculados, era el de aprobar, sacarse un título en el que parecía que era intrínseco el hecho de que así tendríamos una salida al brutal y despiadado mercado laboral. Pero que curioso, nunca en todo el tiempo que llevo trabajando ha habido una sola vez en las entrevistas de trabajo en las que me hayan exigido el dichoso título, exceptuando claro está como funcionario del estado, único organismo que demanda un título para así poder optar a ser... profesor, profesor de una escuela claro, para que la rueda no paré pero en realidad no vaya a ningún sitio, estudiar para sacarse un título y así poder dar clase a otros y que a su vez estos se saquen un título, que bucle más bonito, propio de un ser pensante como es el ser humano, o ser humana para que no se me enfaden algunos/as.
Ahora vuelvo a estar matriculado en un modulo de autoedición (algo así como una rama mal llamada del diseño gráfico) y no lo voy a negar, busco un título para poder dar clase, pero por pura vocación, porque lo que yo pueda aprender en la escuela va a ser siempre por mi propio empuje en la búsqueda del saber, del entendimiento del medio en el que me envuelvo, siempre relacionado con una filosofía de vida que arrastra el arte como una maleta de la que no me puedo ni quiero desprenderme, y es que el arte es análoga a la filosofía y beben la una de la otra como el lenguaje bebe de la experiencia vital.
Y de nuevo vuelvo a toparme de bruces con los mismos tópicos repetidos en casi todos mis maestros de la escuela, con honrosas excepciones como es el caso de Sebastián Fabra el único que va más allá en su lenguaje y plantea sus clases con un creativo discurso, algunos dirán que es un amigo intimo y estarán en lo cierto, pero lo que a mi pueda enseñarme Sebastián ya lo hemos repasado cienes de veces en esas conversaciones de tasca a las que antes me he referido. Y es que el conocimiento no se puede atrapar, y mi cúmulo de saber es compartido con él como él lo comparte conmigo desde que tenemos uso de razón. Creo que era Aristóteles el que mantenía conversaciones con sus alumnos y ellos con él sin importar el rango o el rol en el que estuvieran ubicados, no importaba quien fuera alumno o maestro, el saber fluía de unos a otros para enriquecimiento de todos. Hablaría de los profesores que no me lo parecen, pero creo es mejor destacar lo bueno y obviar lo que no tiene relevancia, esos que intentan secuestrar lo poco que creen saber y que como una pipeta van soltando su dosis y se mantienen en la creencia de que así el aprendizaje es mejor y más controlado, yo prefiero ser una esponja que absorbe rápidamente pero que si la aprietas suelta toda el agua que lleva dentro sin oposición. Siempre pienso que el que retiene algo es más por miedo a que se lo quiten que por otra cosa, así que ellos son los que van a perder porque esté alumno compartirá su conocimiento, aunque sea mínimo, con quien sea sincero y no intente secuestrar el saber y creo que ellos no están por la labor de repartir lo suyo con nadie, ni siquiera con sus propios colegas de profesión.
Así que aquí sigo, estudiando y esperando que transcurra el tiempo de estudio pasando por el trance que supone hacerlo para conseguir un título que me permita poder compartir lo que se con otros y señalarles todo esto y que la docencia sea una labor enriquecedora y no una actividad banal como tantas otras que practicamos en esta nuestra efímera vida.
Título: 9999.
Propuesta: Usar elementos con formas rectangulares para generar una imagen.
Observese en la parte inferior derecha el cuadradito en gris (para los cortos de vista).